Buscamos eso a lo que algunos llaman
felicidad. ¿Pero acaso sabemos realmente lo que es? ¿Hay acaso una
generalización posible en hablar de este sentimiento o estado de
ataraxia perfeccionada? ¿Es acaso el hedonismo una ciencia exacta?
Creo que no. Somos miles de millones, diferentes y únicos, una
amalgama de heterogénea homogeneizada y catalogada de sociedad. ¿Pero
que es la sociedad? ¿Es acaso un esfuerzo por meter en el mismo saco
a los que desean entrar en él y a los que morirían por no residir
entre sus inexistentes paredes? Un prolijioso tema nos confina aquí,
mas no es este el tema que deseo abordar. Hablaba de la felicidad.
¿Por qué ansiamos tanto obtenerla? ¿No hay acaso metas mejores?
Claro que si, pero las metas nos otorgan esa felicidad también. Así
pues, tanto si logras tus metas como si no, puedes ser feliz.
¿Entonces hay diferentes órdenes de felicidad? ¿Hay categorías para
clasificar la felicidad? ¿Podemos entender la felicidad como un
hiperónimo? La felicidad es una manzana verde. Cada bocado nos da un
placer ácido, de una dulzura casi espeluznante, y la manzana no es
infinita, pero su placer efímero si. Quizás hay gente a quien no le
gusten las manzanas, siendo metafórico me refiero a quien no le gusta
el placer. Pero esta gente no existe, solo es una máscara. Sigamos; la manzana
es limitada, y su exterior es mas sabroso que el interior, a esto le
llamo yo proyecto de futuro; me explicaré: cuando muerdes una
manzana por primera vez su sabor es indescriptible, jamás morderás
una manzana mejor, pues lo mismo ocurre con el placer; cuando no hay
con que comparar siempre se engrandecen los recuerdos. Volviendo al
axioma que me acontece; la mazana. La manzana como he dicho es mas
sabrosa en su exterior, una mala idea desde un punto de vista filosófico
pensareis ya que tendría que residir lo mejor en el interior. No exactamente. La manzana de por si es el placer, a veces
pueden estar más verdes, a veces pueden estar más maduras e incluso a
veces pueden estar podridas; pero hay algo que todas comparten: las
semillas. La manzana es solo un vector, su dulzura es solo una
minúscula porción de lo dulces que son. Si miramos desde un prisma
intemporal y pasando por alto nuestra limitación biológica podemos
llegar a la idea de que esa manzana surgió de otra manzana, y esa
otra de otra y así casi indefinidamente. La manzana es tan dulce
como su predecesora, como la que antaño cediera su semilla a la
voluntad de los suelos para convertir-se en árbol. Pero si nos
abstraemos, ¿no es acaso esta manzana todas las que el siguiente
árbol producirá? ¿No es acaso la suma de todo el placer que las
manzanas del nuevo árbol dará? En efecto, y esto se aplicará a las
siguientes generaciones así como a la manzana que dio a luz el árbol
del que nació esta. Así pues solo intento transmitir que la manzana
posee un placer oculto, un placer que se ha de cosechar, y lo mismo
sucede con la vida; quién no sepa cosechar este placer no dará
cabida al árbol que lo sucede. Placer, hablo de placer, no de
felicidad. Mentira. No hay felicidad sin placer, la felicidad en si
es placer, no podemos crear la felicidad pero podemos cultivar su
combustible; el placer. Entiéndase el placer de una forma
trascendente y no trivializada. Entiéndase el placer como la suma de
todos sus posibles caminos, todas sus infinitas posibilidades. Por
tanto aprovechemos cualquier ocasión que podamos para morder la
manzana; amor, cultura, naturaleza, amistad... sin olvidarnos luego de su corazón, de su proyecto
altruista, de su vocación placentera, sin olvidarnos de regar nuestra
propia felicidad.
De lo malo lo bueno y de lo
bueno lo mejor.