martes, 5 de abril de 2016

Anamorfismo histriónico

 Se fue, para no volver, se fue, sin despedirse. No pensé que la echaría de menos, al menos no tanto, quien hubiera dicho que la vida me consumiría hasta limites tan insospechados, que sin ella solo respirar seria la tortura más perfecta y preciosa que conocería. Ninguna sombra llenó ni llenará el vacío que me dejó, mi corazón, aullando a la luna, pide a gritos un destello de lo que en su día resplandeció cual millar de soles, mas no hay más respuesta que el silencio, perfecto y dulce silencio, silencio que me ensordece bajo el peso de mis demonios, silencio que barniza mis noches de insomnio. Vivo, o al menos mi corazón palpita, monótono e implacable, condenándome a seguir la ruta de mi desasosiego, obligándome a desfallecer bajo las premisas de mi infortunio, subyugado a la abnegación de mi desapego endémico. Y sonrío, intentando imitar el júbilo pluscuamperfecto, añejo y marchito, reminiscencias de noches de verano y sabanas sudadas, nostalgia de una calidez que desertó por la ventana y se desvaneció en el vacío, vacío en el que me hundí buscándola, vacío en el que me fundo, vacío al que acudo cuando no encuentro nada más.
Las heridas sanaron, pero sus cicatrices me impiden olvidarlas, jamás volveré a ser quien fui, jamás volverá a fibrilar mi decrépita psique, jamás volveré a desear el mañana, jamás sucumbiré a las endorfinas de nuevo.
Sigue pues, mi amada felicidad, surcando el cielo hacia la nada, sigue hasta morir, yo haré lo mismo, nos vemos en el onirismo de mi desfallecimiento post-insómnico, nos vemos en mis sueños, o en mis pesadillas.