martes, 31 de marzo de 2020

2020, más tarde que pronto.

Como en cada principio de año, y tarde para no mancillar mis costumbres, vuelvo a manchar otra página con la amalgama de retrospectivas, introspecciones y esperanzas que me acompañan brevemente en estas fechas. 
Me repito, a menudo, en estos garabatos, por que siempre vengo del mismo origen y busco un destino, un lugar y un "yo" que no logro encontrar. 
El tiempo se me anquilosa y algo en mí envejece y se enfría con cada invierno, me veo igual en el espejo pero cada vez me cuesta más reconocer la tenue sombra de quien era y quise seguir siendo. 
Mi preciado pragmatismo se llevó en silencio los altibajos que rompían la monotonía de mis latidos, me ha ahorrado tantos problemas que he desaprendido como enfrentarme a ellos, aunque tampoco es que estos ni nada parezca ya importarme lo más mínimo.
Una mezcla de tristeza y apatía para la que ya estoy inmunizado me inunda y viaja por mis venas, embalsamándome en un limbo afásico y oscuro; veo pasar el tiempo como un pez en su pecera, con la extraña sensación de la inexistencia.
Flotando absorto en el éter del vacío me siento absurdamente cómodo, la inmutable promesa del olvido me acompaña hasta los recónditos rincones del infinito, uno sin horizontes, ocasos ni crepúsculos, navegando a la deriva de mis pensamientos, impulsando mi velero mental como un navío fantasma entre mares y océanos abstractos.
Hecho de menos ilusionarme, emocionarme y disfrutar de la vida, ser capaz de ver belleza en las cosas más nimias... Hecho de menos el niño que murió en mí y solo dejo una cáscara de madurez, realismo y racionalismo.
El lastre de una coraza forjada en las desdichas de una niñez y adolescencia trágica entorpece y ralentiza mis pasos hacia una felicidad que se me antoja lejana y vaporosa, como un espejismo en el desierto de mi mente desierta, y entre su arena, y un tic-tac metafórico, instantes de una vida sumergidos en la nada; lo que soy, lo que fui y hasta un hipotético "seré" conformando las dunas de este vasto páramo cerebral preso en mi cráneo, como un pájaro en su jaula, como una bellota que puede ser roble si se atreve a romper su cascarón.