martes, 3 de noviembre de 2015
Diletante de alcantarilla
Me alimento del cadáver de mi
anquilosado corazón; pan para hoy, nada para mañana. Me despojo, de
lo que me hace humano, seria estúpido querer serlo. Vivo en la
decadencia de mis penumbras, cobijado en mi hermetismo, navegando
por las úlceras de mi ser. Avanzo, impasible, sin miedo ni orgullo,
invisible, dogmático, muerto, apático y furioso, simbiosis
parasitaria de mutuo perjuicio. Y en las calles lúgubres y
callejones pestilentes encuentro el pútrido y fétido preciosismo
que evoca la descomposición, manjar extático para quien ama en
silencio las tinieblas, para quien se ejercita en el cinismo más
incomprendido, para el que ha desentrañado la verdadera naturaleza de
su especie, para quien ve en el hombre todas las depravaciones que le
hacen digno del Cocito dantesco, dignos de sufrir el mal y la
frialdad que habita en sus propios corazones.
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