martes, 3 de noviembre de 2015
Diletante de alcantarilla
Me alimento del cadáver de mi
anquilosado corazón; pan para hoy, nada para mañana. Me despojo, de
lo que me hace humano, seria estúpido querer serlo. Vivo en la
decadencia de mis penumbras, cobijado en mi hermetismo, navegando
por las úlceras de mi ser. Avanzo, impasible, sin miedo ni orgullo,
invisible, dogmático, muerto, apático y furioso, simbiosis
parasitaria de mutuo perjuicio. Y en las calles lúgubres y
callejones pestilentes encuentro el pútrido y fétido preciosismo
que evoca la descomposición, manjar extático para quien ama en
silencio las tinieblas, para quien se ejercita en el cinismo más
incomprendido, para el que ha desentrañado la verdadera naturaleza de
su especie, para quien ve en el hombre todas las depravaciones que le
hacen digno del Cocito dantesco, dignos de sufrir el mal y la
frialdad que habita en sus propios corazones.
lunes, 14 de septiembre de 2015
Literatoxicómano
Viajo por las elipsis de tus
enmascaradas premisas como la hoz que vuela reluciente sobre el campo
de trigo dorado, manjar ígneo que no entiende de parodias o dogmas,
ímpetu efímero de las musas más obtusas. Y sin más énfasis que el de
tu afilada sonrisa me disocio del desapego de la vida para caer en el
de la eternidad más intemporal, espejo quebrado por la absurdidad de
un reflejo mancillado por el cinismo de sus coyunturas. Y acabo
abandonándome a las más obscenas concupiscencias de tu piel, ya
agrietada pero solemne, cual perro que no abandona a su amo hasta que
se abandona a si mismo. Pero para mi amargo estupor acabo subyugado
al más tópico e irremediablemente absurdo pudor, el que aflora en
mi cuello ruborizado al tocar tu cobriza alma y tus sinuosas curvas
de monótonos pero deliciosos grafemas, y es que sin ti, mi literaria
musa, no soy hombre ni bestia, no soy nada que merezca nombre o
adjetivo, solo soy el eco de mi infinito vacío.
lunes, 1 de junio de 2015
Intelectuicidio
A medida que crezco y me hago mayor
intento madurar, más lo único que consigo es marchitarme. Cuanto
más conozco, cuanto más aprendo, cuanto más sé menos entiendo, no
logro entender la futilidad de este mundo y eso me lleva a odiarlo.
Vivo al margen de la realidad, sólo amparado por el conocimiento, y
es él quien me desencanta de la vida, quien me enseña universos
oníricos que desencadenan mis pesadillas, vidas rasgadas por la
intemporalidad del azar. Caigo en la tentación de la introspección,
vicio malsano de quien no encuentra nada, ni siquiera a sí mismo.
De que sirve descubrir lo que nos rodea si el desencanto llama a
nuestra puerta, para qué el placer del saber si esto nos lleva al
deseo y posteriormente al escepticismo y la melancolía, peones de
un destino lúgubre atados a un renacer más puro, el del desengaño,
desengaño ante un mundo frío, un mundo triste, un mundo en el que
todo logro se desvanece tarde o temprano, un mundo en el que el
añorar y el no tener nada que añorar se funden en el mismo hastío,
un mundo que nos añorará fugazmente, el mundo, nuestro mundo, el
mundo de todos, el mundo de nadie.
Implosión
Frente a la aversión que sentimos por
este mundo nos despeñamos por los acantilados del yo ulterior, sin
mas equipaje que nuestras
desdichas. En un mundo de convencionalismos e incomprensión el más
oscuro de nuestros preceptos remite al dilema de la bondad; ¿en un
mundo de tinieblas es sensato tantear con la luz? Sensato o no, no
todo el mundo es tan valiente para ceder a la oscuridad, hay gente
para quien la rendición no es una posibilidad, misántropos para
quien la humanidad no merece su amor y respeto, pero al cual nunca
renunciarán. Héroes cuyas vidas silenciadas se apagarán sin más
gloria que una sonrisa de satisfacción, almas ulceradas por la dicha
de su benevolencia.
sábado, 2 de mayo de 2015
Hecatombe de arquetipos
¿Qué es el artista sin su
incomprensión? ¿Qué es el artista sin su propia realidad? Un
hombre. Un hombre con su estéril connotación, un ser que apenas
siente lo que sus sentidos distinguen, alguien que ha perdido el don
de la vida. Pues cuando se cesa de crear se acepta ser destruido, quien no exprima sus tinieblas está destinado a consumirse por
ellas, quien no sucumba al éxtasis de su propia irrealidad será un
cadáver vagando por el cementerio de los olvidados, de aquellos que
en su día temieron incendiar el universo con su mundo interior,
aquellos cobardes que no se atrevieron a arrancar de su alma la luz y
oscuridad con las que se fraguan las alhajas más preciosas. Maldigo a
quien no saque al artista que lleva dentro por privar al mundo de su
irrepetible irrealidad, lo condeno a sufrir la comprensión de la
raza humana, a no ser más que solo un hombre...
sábado, 28 de marzo de 2015
Entalpía cerebral
Harto de bucear en una vida de
intrínsecas premisas emerjo a un inframundo de tormentas
metafísicas, trasciendo la futilidad de la carne para alzarme austero
en un reino abstracto cuya forma es solo la sombra de mi soberbia, y
en la megalomanía de mis designios disecciono los axiomas que
conforman la amalgama de mi singularidad extrayendo desesperaciones
a las que aferrarme. Vivo con el temor de estar viviendo, de que esta
realidad mutilada sea el cadáver de nuestras utopías, vivo con el
temor de despertar un día y no tener ya nada ni nadie a quien amar.
Vivo con miedo a que todo se marchite menos yo, vivo con el terror de
ser la última cosa que me importe en esta vida.
sábado, 7 de febrero de 2015
Tinieblas pragmáticas
No creo en la redención pero aún menos
en la rendición. Viajo a la velocidad del odio en un mundo que no se
merece nada mejor. Circulo por rectas calles de onduladas
desesperaciones, por cielos infinitos de nubes abstractas y luces
moribundas, y entre tal obscenidad me alumbra la nada, una oscuridad
pulida en el desapego de los dionisíacos, un mármol quebrado por el
golpe seco de las desdichas, un proyecto de belleza ofuscado. Y
recuerdo el antaño y su fulgurante futuro, un destino corrupto y
ennegrecido por las castas, un sueño transmutado en pesadilla.
Perdida la inocencia el despertar al que nos enfrentamos nos destruye
o nos condena, que hacer sin poder, escamotear el sufrimiento en
búsqueda de un sucedáneo, que vida vivir sin vida... Acabamos
amoldándonos, cediendo a estigmas perpetuados por un mundo enfermo y
repulsivo. Nacemos predestinados, morimos como quien no ha vivido, y
entre tanto buscamos algo, algo que llevarnos a la boca, algo que nos
torture lo mínimo posible; amor, trabajo, estudios,
mentiras, mentiras y más mentiras. Somos lo que somos pero no lo que quisiéramos ser, no somos más que la sombra de nuestra propia
podredumbre y en ella nos marchitaremos por no haberlo arriesgado
todo al porvenir que anhelábamos, moriremos eclipsados en la obsesión
de un quizás por haber jugado al juego de los conformistas,
moriremos muertos por no haber tenido el valor de ser lo que
podríamos y deseábamos haber sido. Y ante el vértigo de nuestros
pensamientos desfalleceremos en el acantilado de la melancolía y la
animadversión, triste pero justa venganza por no decir justicia al
pecado de renegar del versado ser que desterramos al submundo de los
inviables. Y reiremos, cínica y demagógicamente ante un mundo del que
nos despedimos con un aliento fétido y un último trueno coronario.
Y entonces, solo entonces seremos libres, libres de todo y de todos,
hasta de nosotros mismos, pues solo la muerte es imparcial, justa e
ineludible.
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