miércoles, 17 de julio de 2019

Aforismo peónico

Me ejercito en la incomprensión para ocultar mi simplicidad, y es que no hay más triste desdicha que la maldición de la normalidad, la recurrente sensación de no ser único, de una mediocridad que nos esclaviza y nos derrite el alma. Nos aislamos, nos alejamos de todo y todos, buscando un silencio en el que escuchar nuestra voz propia, en el que ahondar en nuestra consciencia. Es cuando nos sentimos más solos y vacíos que podemos ser más objetivos, cuando nuestro juicio se esteriliza, cuando podemos mirar dentro de nosotros mismos y hallar una epifanía que nos condene a seguir vivos, que carbure nuestro instinto de supervivencia atrofiado y oxidado, que nos haga ver, por lo menos, un amanecer más.

domingo, 19 de mayo de 2019

Soñando meditabundo

Es irrisorio pensar en ciertas paradojas, como el vacío que dejan tras de si las grandes celebraciones, como una culpabilidad que nos acecha y castiga por una felicidad etílica y efímera, tan volátil como liberadora, tan abstracta y tan humana. Somos seres sociales, y lúdicos, somos espectros deseosos de ser vistos, somos nada sin nadie, y lo descubrimos después de estos excesos, en la soledad de la resaca, resacas emocionales. Observando el lienzo de un techo homogéneo pintamos en él nuestras elucidaciones, una introspección edulcorada por el etanol y nuestras carencias, un dogma escondido tras nuestra genética. He aquí, quizás, una de las razones del alcoholismo, el porqué alguien desearia vivir sumergido en la embriaguez, circunscrito a la órbita de una botella, viviendo por siempre en la precuela, en el abismo de una felicidad química y quimérica, en las fronteras de la reflexión pero sin cruzarlas... cobardes, cobardes y débiles, puedo llegar a entenderlo, pero nunca lo respetaré, huir nunca es en vano, la vida no es lo que hubiéramos querido... ¿y qué? No por ello tenemos derecho a rendirnos, la realidad es nuestra, para que la moldeemos o nos amoldemos, la supervivencia implica lucha, evolución, transfiguración, el mundo está en constante cambio, cambiemos con él.
Sin el vacío nos deshumanizamos, este nos presiona, nos empuja a espacios oscuros, nos enseña una perspectiva que intentamos ignorar, abalanzándose cuándo nos sentimos más vulnerables, cuando los ecos de lo que fuimos su funden con nuestros sueños frustrados. En el vacío nos desnudamos de nuestras premisas, de nuestro yo ulterior, dejamos de ser quien creemos ser para dejar sitio al yo que habita nuestras cavernas más lúgubres, la hegemonía de los conceptos se funde aquí con la intransigencia de la realidad, no creamos que el mero hecho de existir, de ser, nos hace dignos de vivir, solo el que aprehende la lógica de la nada tiene derecho a habitar la inexistencia de la vida, en la sombra de nuestra luz, a militar en el vacío de nuestras noches de insomnio.

domingo, 13 de enero de 2019

2019

Un nuevo año. Por enésima vez. Uno nuevo, viejo, reinventado...
Sigo acumulando unos de Enero en mi cuenta corriente vital, sigo contando con los dedos los fragmentos de mi yo de ayer olvidados con cada uno de ellos. Sigo cambiando, quizás no lo que fui pero si lo que soy y lo que seré. Sigo con mi metamorfosis aunque nunca dejaré de ser crisálida.
Ya no fumo, ni llevo puestas mis botas, ni estoy en la terraza... me conformo con el vaho de mis suspiros estirado sobre un muro de piedra; la localización es nueva pero el cuadro es solo el garabato tiznado de un ayer remoto.
Un nuevo año. Así comienza mi 2019. Sigo escribiendo mi historia, capítulo a capítulo, letra por letra. Sigo como en cada nuevo inicio recordando de dónde vengo, haciendo una pausa para hacer retrospectiva; para tomar nota de mis fracasos y triunfos, depurando mi modus operandi y destilando la esencia de lo que un día quiero llegar a ser sin dejar de ser yo mismo.
Sigo trabajando en los cimientos de mi futuro, aún no he empezado con su obra, pero ya he empezado con la preparación del cemento. Aún no se que edificio erigiré con mi vida, si serán unos cartones o un rascacielos, pero lo que si se es que será sobre unos cimientos sólidos que puedan albergar cualquier cosa, no dejaré que mis dudas forjen mi futuro ni mi legado, si algún día soy mendigo será sobre mi propio suelo, si algún día soy dios será en mi propio cielo.
Aún sigo con mi inexistencia, sin objetivos y sin sueños. Se que puede sonar vacío, pero solo el vacío puede llenarse, sigo a la espera de mi propia epifanía, pero no la espero recostado e indiferente; la espero caminando, paso a paso, reto a reto. Se la dirección pero no el rumbo, transcurro por una ruta aproximada, eludiendo y superando obstáculos, acortando mi distancia hacia una meta que aún no se me ha manifestado, fabricando el "yo" digno de mi destino oculto.
Sigo levantándome de mis caídas, con mis rodillas despellejadas... pero no todos los golpes son malos, ni todos buenos, con los años y mis tropiezos he aprendido a levantarme, y lo que es más importante: he practicado mi equilibrio. Estoy ahora instruyéndome en el arte no caerme, o al menos no tanto.
Sigo y seguiré, caminando, cayendo y levantándome, seguiré sin rendirme, seguiré hasta la victoria o la muerte, sigo y seguiré siendo lo que fui... sigo y seguiré, siendo hasta ser.