sábado, 23 de marzo de 2013

El viento


Tú, suspiro, grito ahogado,
que agitas el bosque, el mar,
tú, aliento de aroma mixto,
que inspira y hace volar.

Las golondrinas cortan tu estampa,
navegan sin capitán,
danzan, bailan y titubean,
vuelan, es su único afán.

Tú, que lo acaricias todo,
dime como son la nubes,
algodón blanco insonoro,
o el Olimpo de los dioses.

¿Qué eres tú más que una brisa?
¿Qué soy yo si tu no estás?
¿Qué es el mundo sin tu aliento?
Sólo un mar sin olas ya...

domingo, 10 de marzo de 2013

Él, plutarca de desdichas


¿Qué hay? ¿Qué hay para mí en este mundo? ¿Qué hay que no produzca arcadas? No hay nada. En mi cama, sarcófago mullido, levito, entre problemas, entre decepciones, entre afilados recuerdos que me desgarran. ¿Cómo olvidar lo inolvidable? ¿Cómo perdonar lo imperdonable? ¿Estoy siendo retórico? No. Si lo sabéis  por favor deslumbradme con vuestras adamantinas convicciones, iluminad a este oscuro asceta, hacedle caer de nuevo en la mentira pactada de la felicidad. Matadme o liberadme, y en caso de que ambas se traduzcan en lo mismo no escatiméis en piedad, yo seré el saco, regaladme vuestra violencia, quebrantad mis huesos, devastad mi piel, arrasad mi vida, liberad mi alma. Dejadme sentir mi sangre hirviente enfirarse sobre mi tez, que se apague el mundo, que el telón se baje. Dejadme sentir el frío, ese frío artificial, ese frío de melancolía, ese gélido pavor. Sentir cómo se eriza mi piel, cómo un ditrámbico escalofrío recorre mi columna y rompe mi inmovilidad, cómo la vida se escabulle entre mi labios, en un suspiro ahogado. Palabras, notas y sábanas... mis fieles compañeras en noches de insomnio, mis preciadas cadenas, lo único que me ata a esta existencia; mi cárcel, mi salvación, mi tortura. Desatadme, de la vida, dejadme huir de esta pesadilla, como diría el dios Miguel Hernandez: Tanto vivir en la ciudad de un puerto, si el corazón de barcos no se llena. Quiero un adiós, sencillo, apresurado, quiero un letargo, eterno, perfecto.

miércoles, 6 de marzo de 2013

El antisistema sistemático

Elegías de trapo, recortes de un adiós, un Dios que llora, un Dios que grita, un Dios que no existe. Espíritu carbonarista de una sociedad de bienestar, el quijotismo de los revolucionarios actuales. Un voto de socialismo edulcorado de espíritu anarquista que no entiende de ideales, unos proscritos del sistema movidos por sus hilos. No existe el revolucionario en sí, solo el pre-revolucionario tiene el don y la maldición de perseguir un sueño, puesto que la utopía del sueño esta en su inlograbilidad. No hay pues meta que no se marchite cuando se logra, no es la meta el fin sino el camino, una rosa cuya belleza esta en su efímera existencia, una perfección que se desvanece en el olvido. Y, puesto que no existe el verdadero revolucionario, la revolución es una mera pantomima, solo el inconformismo y la rebeldía que lo preceden brillan en la oscuridad; la revolución es tan brillante que deslumbra; ciega a sus incitadores y posee a sus seguidores, pues la revolución no es una moda pasajera, no es una guerra de masas, es una lucha de clases, un cementerio de valientes. ¿Cuántos genios se han forjado en los gritos del proletariado?¿Cuántos héroes se han erguido en un océano de adulaciones?¿Cuántos han desenterrado el hacha de guerra solo para ser reconocidos? Demasiados. Demasiados. Demasiados.

sábado, 2 de marzo de 2013

Inmortales


Y hoy lloro tus pasos,
mañana solo recuerdos,
aguacero de latidos,
esfinges de hielo.

Lluvia y letargo,
un beso amargo,
luna que grita,
esponjoso socorro.

Aúlla la almohada,
canciones de cama,
susurra el camino,
pelean los pinos.

Chimeneas mestizas,
dolor y caricias,
puertas de humo,
arde el mundo.

Degüella al júbilo,
un filo de ayer,
se corta el hilo,
se eclipsa el papel.

La mente que muere,
inerte la tez,
un cuerpo que quiere,
condena de juez.

Un juicio baldío,
un ajedrez vacío,
una mesa coja,
un árbol sin hojas.

Raíces de piedra,
polvo en la acera,
nubes que lloran,
pesar de desván.

Las horas no vuelan,
Ícaro cayó,
su yerro fue grande,
su mito mayor.

Que la tinta sea el elíseo,
y el papel la sepultura.

Que sus nombres no se olviden jamás.
Que la muerte no sea el final.