sábado, 4 de abril de 2020

Memento mori

Me pregunto si después de esto seguiremos siendo los mismos, como individuos y como sociedad, me pregunto si el aislarnos nos hará más impermeables cononáriamente o si por el contrario nos dará un empujón para revaluar nuestras prioridades, para revalorizar lo que se daba por sentado y añorar, aún más, nuestros fantasmas del pasado.
Están siendo unos días extraños, días en los que la memoria está jugando un papel protagonista, todos pensamos en los instantes vividos en familia, en antiguas batallitas con nuestros amigos y en amores suspendidos en el tiempo, pensamos en si somos quien queríamos ser, si hacemos lo que deseábamos y si cambiaríamos, o más bien que cambiaríamos, de lo que nos ha hecho llegar a donde estamos hoy; que decisiones habríamos tomado o no, que palabras habríamos pronunciado o callado, que instantes querríamos haber suprimido o alargado hasta la extenuación.
El pasado se fue y el presente está congelado, ¿cuándo la historia vuelva a fluir seguiremos en la misma película o la cinta será otra? ¿cambiará el argumento? ¿los personajes? ¿se vislumbrará lo que debió ser y no fue? Quien sabe... Las epifanías no cambian el pasado, nuestros pecados y decisiones siempre nos perseguirán, como una sombra que cubre nuestro devenir; solo queda la voluntad de cambiar y la esperanza de redimirse, no es mucho, pero cuando todo vuelva a girar por algo se debe empezar... Una cerveza, un abrazo, y quizás una sonrisa que diga todo lo que nosotros no sabemos decir...

martes, 31 de marzo de 2020

2020, más tarde que pronto.

Como en cada principio de año, y tarde para no mancillar mis costumbres, vuelvo a manchar otra página con la amalgama de retrospectivas, introspecciones y esperanzas que me acompañan brevemente en estas fechas. 
Me repito, a menudo, en estos garabatos, por que siempre vengo del mismo origen y busco un destino, un lugar y un "yo" que no logro encontrar. 
El tiempo se me anquilosa y algo en mí envejece y se enfría con cada invierno, me veo igual en el espejo pero cada vez me cuesta más reconocer la tenue sombra de quien era y quise seguir siendo. 
Mi preciado pragmatismo se llevó en silencio los altibajos que rompían la monotonía de mis latidos, me ha ahorrado tantos problemas que he desaprendido como enfrentarme a ellos, aunque tampoco es que estos ni nada parezca ya importarme lo más mínimo.
Una mezcla de tristeza y apatía para la que ya estoy inmunizado me inunda y viaja por mis venas, embalsamándome en un limbo afásico y oscuro; veo pasar el tiempo como un pez en su pecera, con la extraña sensación de la inexistencia.
Flotando absorto en el éter del vacío me siento absurdamente cómodo, la inmutable promesa del olvido me acompaña hasta los recónditos rincones del infinito, uno sin horizontes, ocasos ni crepúsculos, navegando a la deriva de mis pensamientos, impulsando mi velero mental como un navío fantasma entre mares y océanos abstractos.
Hecho de menos ilusionarme, emocionarme y disfrutar de la vida, ser capaz de ver belleza en las cosas más nimias... Hecho de menos el niño que murió en mí y solo dejo una cáscara de madurez, realismo y racionalismo.
El lastre de una coraza forjada en las desdichas de una niñez y adolescencia trágica entorpece y ralentiza mis pasos hacia una felicidad que se me antoja lejana y vaporosa, como un espejismo en el desierto de mi mente desierta, y entre su arena, y un tic-tac metafórico, instantes de una vida sumergidos en la nada; lo que soy, lo que fui y hasta un hipotético "seré" conformando las dunas de este vasto páramo cerebral preso en mi cráneo, como un pájaro en su jaula, como una bellota que puede ser roble si se atreve a romper su cascarón.