jueves, 18 de abril de 2013

Un Bukowski utópico


En un arrebato Bukowskiano arremeto contra mi impúdica vida, desmenuzo mi subconsciente, me asiento en la soledad del día y vuelo entre mis fantasías nocturnas, la soledad y el sexo, lo real y lo onírico. Solo necesito estar solo, quizás algo que beber, y puede que hasta algo que escribir; con eso puedo vivir, con eso puedo hasta ser feliz, en mi castillo de trastornos, en mi cama de clavos. Y por la noche, ah, la noche... ese páramo oscuro en el que la luz más tenue deslumbra, esa pesadilla de la que no queremos despertar, ese olvido entre sabanas y estrellas, el paraíso donde nuestra mente psicótica golpea con delirios nuestros sueños, ese lugar donde los recuerdos se forjan y los destinos se inventan. En ese elíseo de sexo y acantilados, de irrealidades y marionetas, esa obra capital que nunca escribiremos, bailo, entre mis delirios como pez en su acuario, como dios en su Olimpo. Toda la compañía, todo lo que deseo, todo lo que temo, toda mi vida esta allí, en las noches de demencia, en esas horas opacas, diamantes en la oscuridad. Todo lo que amo es eterno, y yo soy inmortal, en esos sueños si muero despierto y despertar es morir, solo espero no ser condenado al insomnio o a la vida, y si por desgracia el veredicto no me satisface apelo al abogado etílico y a las nubes canábicas. El ensueño, ese lugar por el que mataríamos, ese rincón en el que nos desterramos y en el que desearíamos permanecer o morir, mas no somos tan valientes como para privarnos de no volver. Y me despierto de nuevo, de la noche al día, del sueño a la pesadilla, de vivir a sobrevivir. Marginado en este mundo, emperador de mis noctambulas exasperaciones, me levanto, buscando algo, quizás amor, no lo creo, abro la ventana, me fumo un cigarrillo recostado en el borde, el frío hiela mi pecho descubierto, miro el sol, me ciega, sonrío y muero.

miércoles, 3 de abril de 2013

Enardecimiento de una fragua de errores


¿Qué quedará?, ¿Recuerdos? ¿Sueños que nunca se realizarán? Si. Eso y mucho más. Momentos que planeamos juntos. Una vida que ya nunca será igual, películas por ver, noches que compartir, días que vivir juntos. Sonrisas que ya nunca verán la luz, lágrimas que ya no desperdiciaremos, abrazos que ya no darán calidez, besos que ya no nos erizarán la piel. Nos arrugaremos, envejeceremos sin pena ni gloria, y recordaremos con nostalgia incluso tristeza. Encontraremos esa persona con quien compartiremos la vida, será solo un substituto. La Luna llorará esa luz fría y amarillenta, amarillenta como nuestras fotografías, ya nunca nos sonreirá, no pintará nuestras sábanas, nuestros cuerpos en la noche. Recordaremos escépticos esas caricias, esos abrumadores "te quiero", las cosquillas, la panegírica felicidad. Recordaremos los errores, querremos morir por destruir esa utopía, ese filo acústico nos degollará, nuestras canciones serán punzadas en nuestro vientre, serán gritos en nuestra memoria, serán llantos en nuestra cama. Y ese purgatorio no se extinguirá, se consolidará en nuestra mente, y la proeza de mis suspiros escamoteará el crisol temporal de nuestros proyectos malogrados. Se suscitarán fantasías quijotescas, sofismas de una irrealidad. Desdeñaremos la morbosidad de las palabras, esas que fueron conjuradas, esas calumnias preconizadas en la veleidad del antojo. Eso fui yo, el antojo del verdugo en el cadalso, tú, epígono de la Inquisición, torturadora erudita. Pero el tiempo mitigará esa aflicción, seculizará mi adicción y nacerá una insurrección de paz, cual Decembrista adulterado. Mis poemas degenerarán en invectivas, alegatos vanidosos y querellas heterodoxas, un híbrido entre arte y odio, una bella simbiosis decrépita. La prerrogativa del trance sera el prefacio de un nuevo despertar, una sublime metamorfosis, una artificiosa exasperación. El estigma mental capitulará, el detrimento se desvanecerá en las antípodas del ineluctable tiempo, y el hastío fallecerá. Y el hallazgo del preciosismo, cosmogónica literaria, destilará mis impurezas, jadeará agonizante extrínsecas apoteosis. El Sol arderá pues es su vocación, impúdicas sonrisas brotarán, apotegmas despóticos del mutismo nostálgico. Me resignaré a exultar la existencia, al himno evocado por las estrellas, esas que una vez fueron nuestras. Seré el alquimista, el patriarca, el despojado, el desterrado, seré el hombre que un día creyó en el charlatanismo y la mistificación, el que cayó en el frenesí de algo que nunca existió. No saldré indemne de esta encarnizada batalla de recuerdos y sonrisas, me desglosaré en anomalías, deploraré esa apátrida sensación, de no pertenecer a ningún corazón, abdicaré de mi féretro espiritual, la tentativa de volver será colosal, la de quedarme mayor. Ahondaré en mi desollada alma, cazaré a ese raquítico asceta que cohabita en mí, esa lacra que me limita. Sucumbiré al éxtasis de la literatura, onomatopeya del concepto, me consagraré a la aridez del papel y la tinta, verborrea de dioses. Y un día me levantaré, y el olvido se apoderará de mí, castigo imperativo, ya solo serás un nombre reiterado. Por lo que respecta a ti un día en el ocaso de tu vida, cada amanecer te será insulso, porque no tendrás a quien te enseñó a dejarte seducir por ellos... ese día volverás a ser tú, te invadirá una hegemonía de elucidaciones, ese día el sudario rasgará tu piel, ese día sabrás que moriste hace tiempo, que moriste sin haber vivido, ese día sabrás que fracasaste en la ordalía, sabrás que cometiste el peor ignominio y llorarás por el, llorarás por él. Descubrirás que no hay sucedáneo en el amor, y que la expiación es solo un subterfugio, no habrá ya remedio para el remordimiento y la pena, deplorarás haber perdido lo que nunca podrías recuperar, y pasarás tus últimos días deseando sucumbir o al olvido o a la muerte. Y el viento gritará su nombre, y la vida que debiste haber vivido se postergará al ensueño, te darás cuenta de que huiste del oasis persiguiendo un espejismo, y que ahora te hallas perdida en el desierto, sola entre la gente, esperando el último aliento...y te ahogarás, en un mar de arena y un océano de lagrimas...